miércoles, 3 de octubre de 2012

Un gran cambio

Cuando   amamos a alguien, sea humano, sea un animal (detesto la palabra mascota) como una semilla en un fruto está la potencial separación. Por eso entregar el corazón es un riesgo que requiere valor.
Al abrazar a esa criaturita suave que vi crecer a mi alrededor, iluminando  la casa con su pelaje dorado y su constante misterio solía imaginar ese adiós, preguntándome quien se iría primero, él, mi tigre pequeño o yo.
 Por diez años, Ángel (alias Tato) desplegó su gracia y ese misterio sin descifrar de su naturaleza felina.
En ese misterio me encontraba con Dios. Ahora Tato se fue. Duerme para siempre en un hermoso jardín entre una planta de glicinas y bajo un ciruelo. Dios en todo refleja su misterio,en cuanto no puedo explicar presumo que se encuentra Él. Ahora me dejó a oscuras. Ya no lo espío en el gato mago que me llenó de asombro. Tendré que estar atenta, consumir mi tristeza, y esperar que se deje entrever en otras criaturas, tal vez en un ciprés que me corteja, quizá en las aves que hacen señales en el cielo y que parecen enseñarme un lenguaje secreto. Aprenderé a leerlo y tal vez vislumbre al gran Misterioso de nuevo.
 Gracias, bella criatura felina por cuanto me enseñaste y por la ternura con que supiste despedirte, sabiendo antes que yo que ya te estabas yendo.

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