viernes, 27 de agosto de 2010

Preguntas a mi misma

Hola, Ángela. ¿Vos sabés quién sos? No estoy segura. Estoy enterada de mi nombre, de quienes fueron mis padres, es decir conozco algo de sus relatos de vida, en versión de ellos, en parte en versión mía pero tampoco sé muy bien, en esencia, quienes fueron. A lo mejor ellos tampoco. Llegar acá, a este planeta, empezar a respirar luego de un lloro fuerte en una ciudad determinada luego de unos meses en la barriga de una mujer y con una cierta intervención apenas consciente del llamado "padre" no me aclara mucho. Mas bien nada. ¿Vine porque me expulsaron de alguna parte? ¿Fue un premio, un castigo, o el más puro azar? Algunos sostienen que elegimos venir, que elegimos los padres...¿Hay alguna prueba de éso? De lo poco que sé es que escapé del vientre de mamá a los siete meses. No puedo saber si era que no estaba cómoda ahí o si tenía mucha curiosidad por averiguar lo que vendría después y me salí antes. Primera metida de pata. En lugar de pene aparecí con vagina y parece que mis padres esperaban un varón. Papá para pasarme el negocio, mamá para complacer a papá porque de lo contrario se iría tarde o temprano. Lo que sucedió bastante tenprano. Otra cosa fue que mamá recibió reproches por embarazarse enseguida de la luna de miel. En suma les arruiné el matrimonio.
Pero nada de ésto tiene que ver con quién soy. Claro, aunque no me bautizaron me anotaron con un nombre, lo eligieron ellos, no yo. De ser varón me habría llamado Mariano como mi abuelo paterno (suerte que no lo conocí) pero como nací hembra me colgaron el de mi abuela (paterna) o sea Ángela. Como se puede ver mi mamá opinaba poco. Con el tiempo,hija única, aprendí a jugar sola. No me interesaba compartir las ceremonias secretas de mis juegos. Desconfiaba de las otras niñas. Niños conocía pocos.Tenía un sentido de territorialidad como los animales. Si me traían a casa alguien para jugar escondía mis verdaderos juegos y me resignaba al aburrimiento. Con la educaión lo mismo. Atravesé los colegios como penitencias donde me enseñaban cosas que no me interesaban nada. Por alguna razón tan misteriosa como todas me gustaba la terraza de mi casa. Se proyectaba, desbordante de sol, sobre el interior de una manzana de casas bajas llenas de jardines. Me pelaba los codos asomándome a los pretiles pero lo más visible era el cielo que, al llegar la noche, se llenaba de estrellas de verdad, porque entonces se veían. Me acostaba en los ladrillos todavía tibios y me hundía vertiginosamente en ese cielo y no era un ascenso sino un descenso que me daba un terrible vértigo, me caía cerca de la luna teblando. Pero mi aventura más secreta y jamás confesada. Hablaba poco, leía mucho. Lo mejor que hicieron mis desabridos padres fue enseñarme a leer a los tres años y ese fue mi primer camino propio.Después crecí, vino la pubertad, la odiada menstruación que no me abandonó hasta los cuarenta y cuatro años, la atracción fatal por los hombres, heterosexual sin querer.Y, como todo el mundo, tuve mi documento, mi presencia civil, mi género reconocido, mi nombre y apellidos. Pero siempre supe que mi nombre no era yo. Por éso me llamaban y era remisa en responder. Las cosas que hice para vivir no las elegí, me eligieron. Escribir, dibujar, hablar oculta tras un micrófono, descubriendo tardíamente que la otra gente me gustaba. Pero era claro que, como yo, ninguno sabía quien era. Le preguntaba ¿quien sos? a cualquiera y me respondía con su nombre. Yo repetía " si, ¿pero quién sos? Las respuestas eran distintas pero idénticas: ama de casa, mamá, la esposa de tal, arquitecto, constructor, albañil, chofer de taxi, político, empresaria... pero yo insistía. ¿Vos te creés que sos lo que hacés? Un simple accidente te cambia la cabeza y te olvidás de todo o dejás de usar las manos. ¿Dejás de ser por éso? Ah...no.Sería otro. No, serías lo mismo haciendo otra cosa, o no haciendo nada, o muriendo.¿Quién sos? ¿Quién soy yo? La pregunta seguirá ahí. Me admira cada día más mi gato marroquí,color oro, que no se pregunta nada, no hace más nada que ser. El día que pueda sumergirme en las mayores profundidades del silencio, con la mente amordazada y sólo el corazón ardiendo como una lámpra tardía velando mis sombras....¿podré contestar? No lo creo. Seré un misterio más sumándose a un misterio mayor, infinito, tal vez con la única libertad posible: no preguntar más. Después quedarán como residuos mis huesos junto a los de mis padres, o arderemos y seremos cenizas sobre cenizas, con el único aprendizaje: la incertidumbre, esa fuerza que no deja concluír nada, así que, para qué usar las firmas. Una risa.